Cuando la deuda y la morosidad subió al 45 por ciento del Producto Interior Bruto era insostenible y los demás países dejaron de prestar dinero a España. Ya no merecía la pena el riesgo, y la inversión en un modelo basado en el crédito sin ninguna contraprestación casi sólo basada en el sector inmobiliario y el turismo era un simple espejismo.
Al no llegar dinero del exterior se pasó a la autarquia y los bancos españoles tampoco daban liquidez, con lo que muchas de las pocas empresas españolas que quedaban tuvieron que cerrar sus puertas aumentando más aún la tasa de desempleo.
El aparato estatal se recrudeció en la búsqueda de financiación, estableciendo unas ferreas condiciones de recaudación de impuestos, que había que cobrar a toda costa para la supervivencia del sistema.
La población y las empresas fueron ahogadas aún más.
España se convirtió en un lugar bastante inseguro para vivir, y uno de los dos pilares de la economía española, el Turismo dejó de venir a un destino que se empezó a considerar peligroso y que los ministerios de Asuntos Exteriores de otros países no recomendaban visitar. Sólo el turismo más gamberro especialmente británico y alemán se atrevía a venir a un país sin ley a continuar sus juergas de alcohol, drogas y violencia.
Para el otro pilar español de la construcción ya no había dinero desde hace años, con 7 millones de viviendas vacías, la mitad sin vender. Había ciudades enteras a medio construir y millones de casas vacías desde hace años. Algunas de ellas habían sido ocupadas ilegalmente por cientos de familias de deshauciados, pero en los últimos intentos de hacer perdurar la moribunda institución de la propiedad privada, el llamado estado de derecho castigaba duramente la ocupación de propiedad ajena. En el campo las leyes era más laxas, y la población se fue dispersando poco a poco como ocurre en las civilizaciones en declive, dispersión del centro hacia los márgenes.
Poco a poco algunos pueblos estado surgieron, más o menos bien organizados, que no reconocían el poder estatal con terratenientes que desafiaban el poder central del gobierno.
La convivencia paralela de varios sistemas de organización y autoridad es una realidad en España 2020.
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