martes, 30 de julio de 2013

2020 | Disturbios sociales barren España creando situación de emergencia nacional

Desde hace prácticamente una década estamos acostumbrados a ver varias manifestaciones y huelgas por semana continuadamente en todos los lugares del país. Desde que comenzó la crisis y aumentaron los recortes, la desigualdad y las dificultades sociales éstas se han ido acentuando en todos los sectores de la sociedad.

Los políticos parecen hacer oídos sordos, y no tener en cuenta estas manifestaciones de la población, sin embargo van produciendo en ellos un largo dejaste que se traduce en alternancia de cargos políticos y ministros cada vez más rápida, porque quema mucho ser político a pesar de que también tenga muchas ventajas y compensaciones económicas. Aún así, lo que en un par de años sean capaces de "adquirir" les servirá para solucionar económicamente gran parte de su vida.

Pero la población española está muy quemada, y ya todo da igual. En 2020 todo va igual o en muchos aspectos mucho peor que hace 10 años.

Hay mucha gente que no tiene nada más que perder. Igual que en territorios conquistados y dominados donde se oprime duramente a la población, en países anteriormente desarrollados como España, hoy por hoy gran parte de la población se ha radicalizado ante una situación vital que era impensable hace unas pocas décadas. ¿Quién iba haber sospechado que vamos a llegar hasta aquí en 2020? Una situación de emergencia nacional, y que nuestra generación va a vivir peor que nuestros abuelos en muchos sentidos.

Existen dos tipos de oprimidos entre aquellos que no son parte de la clase dominante dirigente, política o financiera: Los que participan en el sistema establecido y perpetuado en medio de su resentimiento y crecientes dificultades; estos son normalmente los que aún tienen trabajo o recursos para subsistir, de momento.

Aún hay otro grupo de los que directamente han sido excluidos, han quedado sin trabajo y sin recursos y miran es este mundo de dos castas desde fuera tratándo de derrocarlo. Son los nuevos parias. Han tirado la toalla y ya ni siquiera quieren participar en este sistema injusto.

Según su grado de radicalización, éstos individuos son definidos por la clase dominante como antisistema, porque a menudo están de hecho en contra de este sistema que a sus ojos claramente no funciona, y lo demuestran con sus acciones. Para que el sistema establecido pueda seguir funcionando debe tratar de reprimir a estos individuos bien expulsandolos del país, silenciándolos, encarcelandolos o eliminandolos.

El aumento exponencial de este grupo de ser pocos cientos de personas hasta convertirse en varias cientos de miles de personas ha hecho que aumente su apoyo mutuo, confianza y sus métodos se hayan radicalizado hasta llegar a emplear métodos que en el siglo XX se hubieran considerado como propios de organizaciones terroristas y anteriormente en la historia como propios de ejércitos de resistencia barbáricos.

En este contexto también es donde se puede encontrar a ese misterioso personaje que aparece de vez en cuando en esta novela, el vigilante que mataba a políticos corruptos, aunque con una planificación mucho más meticulosa, minuciosa, un estilo bastante más sofisticado, eficaz como el bisturí de un cirujano bien entrenado para, cortar, seccionar y extirpar el cáncer de la sociedad, o al menos eso es lo que él opina de su misión...

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